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Data Privacy vs Open Data en tiempos de coronavirus
- Data Privacy-El derecho a la intimidad
- Open data-La otra cara de la moneda
- Coronavirus-Rastreo y control de la epidemia
Datos, la huella digital de los últimos tiempos, causan polémica allá por donde pasan. Sus simpatizantes defienden su democratización para generar nuevos servicios para los ciudadanos y la economía. En cambio sus detractores ven en ellos una herramienta de vigilancia que vulnera los derechos fundamentales de nuestra sociedad, y de nosotros mismos, como seres humanos.
Este choque de trenes ha vuelto a generar controversia a raíz del coronavirus y la utilización de la geolocalización móvil para el control de la pandemia. ¿Qué juicio podemos aplicar en estos casos? ¿Quién se equivoca? En las siguientes líneas profundizamos un poco más en las dos corrientes de pensamiento aportando argumentos que mejorarán nuestro entendimiento en la materia.
1. Data Privacy. El derecho a la intimidad
Diversas organizaciones internacionales consideran como derecho fundamental el respeto a la vida privada y ya desde 1948 la declaración universal de los derechos humanos establece, en su artículo 12, que nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia; ni de ataques a su honra o a su reputación. Y que toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra esas injerencias o ataques.
Desde entonces el derecho a la privacidad ha ido evolucionando a la vez que su riesgo a ser quebrantado. En las últimas décadas la entrada de internet y la globalización en nuestras vidas ha transformado completamente un escenario de riesgo individual en un escenario de riesgo colectivo, dando facilidades a las fuerzas del mal, que siempre existen, a un perverso uso de datos con fines diversos. Algo que ha quedado evidenciado en famosos casos que han hecho sonar las alarmas. Repasemos algunos rápidamente:
Vigilancia de EEUU a Europa
En 2013 Edward Snowden, técnico empleado de la CIA y la NSA de Estados Unidos, hizo públicos unos documentos de alto secreto sobre varios programas de inteligencia estadounidense que revelaban una vigilancia masiva y de miles de millones de personas en todo el mundo. La Unión Europea consideró que el país norteamericano había incurrido en “importantes excesos” y que no cumplía con las regulaciones europeas de transferencias de datos personales a nivel internacional.
Ashley Madison
En 2015 varios hackers robaron y difundieron públicamente datos personales de 32 millones de usuarios de la web ashleymadison.com, un popular site de citas, lo que se consideró como la peor violación de datos conocida en la historia de Internet. Tal fue el escándalo, que algunos de sus usuarios llegaron a suicidarse tras desvelarse su identidad.
Caso de Cambridge Analytica
También conocido como Facebookgate, y ocurrido en 2018, supuso la exposición de información personal de más de 50 millones de perfiles de la famosa red social. Los datos fueron recolectados por la consultora Cambridge Analytica para fines de investigación y finalmente fueron vendidos para promociones políticas. El análisis realizado sobre esa ingente cantidad de usuarios fue el combustible del éxito de la campaña de Trump y del triunfo del Brexit.
Todos estos casos han acabado potenciando la regulación actual europea, el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD), y han hecho tomar conciencia a la sociedad de la importancia de la privacidad, del valor de nuestros datos y de los riesgos asociados a su descontrol.
2. Open data. La otra cara de la moneda
Hasta comienzos del siglo XXI eran las instituciones públicas y los gobiernos los que disponían de la mayor cantidad de datos inherentes de su función al servicio de las personas, pero de un tiempo a esta parte han surgido grandes corporaciones tecnológicas que comienzan a concentrar poder en torno al dato.
Para evitar la concentración de poder de unos pocos surge la corriente del Open data, o datos abiertos. Al igual que el software de código abierto ha permitido la producción de códigos informáticos de nuevas aplicaciones y tecnologías, la democratización de los datos facilita la evolución de proyectos que impactan en el interés común. Al mismo tiempo impide concentraciones de poder de la información y mejora la transparencia de las instituciones públicas. Además, con las medidas adecuadas se puede garantizar la privacidad porque el uso de datos anonimizados ya es por sí mismo una fuente de información explotable y de gran valor.
Una idea que choca frontalmente con la regulación europea de protección de datos, que entorpece la innovación en España y en Europa en general. Al mencionar anteriormente grandes corporaciones tecnológicas… ¿Cuántos de nosotros hemos pensado en empresas de origen europeo? Y es que si queremos ser competitivos a nivel global y rivalizar con Estados Unidos o China –“necesitamos más Mercadona, más Inditex”-, tal y como afirmaba el economista Daniel Lacalle en el Thinking Heads Virtual Summit.
No nos engañemos, los datos están detrás de las grandes innovaciones de los últimos años ¿Cuántas veces hemos oído o pensado “madre mía, yo no sé cómo hacía antes la gente para no perderse sin Google Maps”? O quizás hoy en tiempos de cuarentena nos resulte más familiar sorprendernos por la película recomendada por Netflix que nos ha gustado, o el descubrimiento semanal de Spotify que encaja en nuestros gustos musicales… En todos los casos mencionados con anterioridad que ya forman parte de nuestra vida diaria, se esconden complejos algoritmos de datos que hacen nuestra vida más fácil.
Compañías como Google nos ponen al alcance de un clic toda la información que necesitamos y otras como Facebook y Whatsapp nos permiten comunicarnos con otras personas a miles de kilómetros y relacionarnos a distancia y en tiempo real. ¿Y todo esto es gratis? No, estas empresas sustentan su negocio gracias al mercado publicitario basado en datos que hay detrás ¿Seríamos capaces de vivir sin ellas?, ¿merece la pena pagar sus servicios con datos?
3. Coronavirus. Rastreo y control de la epidemia
Los ejemplos anteriores pueden parecer superfluos e innecesarios, pero, sin embargo, en la crisis sanitaria que estamos viviendo observamos cómo el análisis de datos y su publicación contribuyen a salvaguardar el estado del bienestar. Países como Corea del Sur parecen tener métodos más eficaces para el rastreo y control de la pandemia. Y aunque achaquemos este resultado positivo a muchos factores políticos, culturales o diferencias en la medición, lo cierto es, que el análisis de la localización de los usuarios y de las personas infectadas está siendo determinante en la lucha contra el virus.
En el país asiático los test se realizaron de forma masiva en combinación con apps de autodiagnóstico y el seguimiento de la localización de los pacientes en tiempo real. No solo eso. Además su gobierno decidió compartir la información con la población a través de varias aplicaciones de visualización de datos. Con ellas podían seguir la ubicación anonimizada de los infectados y evitar así zonas de contagio. O incluso las instituciones sanitarias les podían avisar para hacerse una prueba de coronavirus rápidamente si habían estado en algún lugar coincidente con el movimiento de un infectado.
¿Cómo conseguían los datos? El usuario descargaba voluntariamente la aplicación y daba su consentimiento para proporcionar datos de ubicación que se anonimizaban en los análisis posteriores.
¿Por qué no lo hacemos en España entonces? En España, y en Europa, la nueva regulación de protección de datos dificulta este método de rastreo de forma efectiva.
En el caso de Corea el consentimiento se realizaba a través de un proceso Opt-out, igual al que regía en nuestro marco legal anterior. Esto significa que salvo que el usuario se oponga a su uso, la app rastrea la ubicación; mientras que la actual regulación europea exige un Opt-in, en el que el usuario tiene que dar su aceptación expresa. Como consecuencia, la cantidad de datos que se obtienen es menor y por lo tanto complica hacer análisis efectivos.
En nuestro país han surgido aplicaciones y estudios de datos sobre movilidad que resultan insuficientes para su implementación práctica, por lo que hasta ahora se recurre a un método manual a través de encuestas telefónicas –“Nos ayudarían muchísimo las aplicaciones que se están usando en otros países [como Singapur], que quitan muchísimo trabajo” -declaran técnicos encargados del rastreo.
Pese a todo esto, el gobierno español y los gobiernos europeos llevan trabajando desde el inicio de la pandemia en una app de rastreo que funciona de manera diferente y que plantean lanzar en junio. Una vez descargada tu teléfono irá conectándose de forma cifrada y a través de bluetooth con otros móviles cercanos. Si un día das positivo en coronavirus podrás actualizar tu situación en la app, que a su vez alertará con un mensaje a todos los contactos con los que tuviste una interacción estrecha (por ejemplo, gente con la que te paraste a hablar más de 15 minutos a menos de dos metros). Con este sistema el Gobierno no podrá acceder a las identidades de los posibles infectados y serán estos los que decidan acudir a un centro médico o aislarse en casa de forma preventiva. Pero se estima que a menos que se la descargue el 60% de la población será un mero complemento al sistema manual actual de rastreo.
Tenemos que encontrar la manera de salvaguardar el derecho a la privacidad de las personas sin poner trabas a la competitividad de las empresas europeas. Y el uso responsable y controlado del Open Data puede actuar de vehículo para avanzar en innovación y mejorar la capacidad de nuestras compañías, ayudándolas a rivalizar con las grandes tecnológicas sin resquebrajar el derecho fundamental a la privacidad de los seres humanos.
Jorge González
Responsable de Marketing en DataCentric